Su obra es compulsiva, obsesiva, subversiva, recargada, amanerada, intensa…
En ella nacen, se mezclan, mueren, fugaces, sus ideas,sus imágenes, sus ansias…
En este zapping de poética visual todo se plasma con una intensidad terrible y terrible es la rapidez con la que muere todo.
Bartumeus se erige como el estandarte de un nuevo “neobarroco”. El horror vacuo cobra más sentido.
Desacomplejado, mezcla fotos, pintura, collage, a veces, las muchas, con técnicas impensables en las mentes más puristas.
Los cuadros pesan, aturden, envuelven. El shock emocional y plástico es tremendo.
Su lenguaje remite al cine, la televisión, la publicidad, el diseño gráfico, el cómic, todo mezclado con el eterno autoanálisis de su ego y su sexualidad.
Así descubrimos a un Adán y a una Eva con pasado, con pecado, antes del original, y encontramos rostros de gente normal que no hablan, que no expresan. El fondo del cuadro habla por ellos y, ¿No es lo que pasa hoy que hablan nuestras circunstancias, nuestra realidad, por nosotros?
También hay sexo ¿Quién no se ha dado cuenta? Pero donde se expone más explícito, allí es frío, de quirófano y nos asombramos con mirada de vecino hastiado y famélico de emociones.
No, aquello no es sexo.
El sexo está en la pincelada, en los colores…Aparece abruptamente entre manos, pies, flores, animales mitológicos, en los autorretratos del autor, en sus mujeres, ninfas del siglo XXI, siempre voluptuosas, que emulan a heroínas del cómic dibujadas en un ambiente gótico.
Pasen y vean (sin prejuicios y con todo su morbo, si es posible)
Maite Roldán Fernández
Escritora